Consideramos a las adicciones como una patología psicosocial y al adicto como un emergente de la trama vincular familiar y social. El grado de desarrollo que han alcanzado los comportamientos adictivos en nuestra sociedad exigen para su comprensión una lectura interdisciplinaria que integre la multiplicidad de situaciones que gestan esta situación.

Con la categoría de “ecuación adictiva” se alude a la relación necesaria entre efectores adictivos y sujetos predispuestos al consumo; conjugación ésta indispensable para la aparición del adicto.

Con el término de efectores adictivos denominamos a todas las instancias sociales proveedoras de sustancias psicoactivas. En este polo, agrupamos tanto a las empresas que producen y comercializan bebidas alcohólicas, a los laboratorios de psicofármacos, como a los “narcos”, figura donde se corporiza la región ilegal de elaboración y distribución de drogas. La importancia de considerar esta instancia es que en un mundo global, las sustancias psicoactivas funcionan como mercancías, y que por ende están sometidas a las inexorables leyes que rigen el movimiento del mercado. De allí es que operan con poderosos mecanismos de promoción e inducción del consumo a los efectos de incrementar sus ventas y por tanto también a la franja del público consumidor.

El otro polo lo constituyen los sujetos que por determinantes relacionales (familiares y sociales) se constituyen como personas inhabilitadas para enfrentar conflictos, internamente vulnerables, que deben recurrir a las drogas para escapar del sufrimiento mental y social.

Ambos polos de la ecuación adictiva son productos culturales y sociales de nuestra época.

El consumo es entendido así como una conducta sintomática instituida como alternativa fallida para eludir a la angustia. Las substancias son investigadas así, por el sujeto, en una condición “mágica” que en su imaginario lo dotaría de los “poderes” que carece.

Desde esta mirada concebimos al tratamiento (tanto ambulatorio como centro de día) como un proceso que recorre el camino desde lo sintomático a lo estructural.

De allí que el primer tramo del tratamiento este centrado en la abstinencia, o en bajar significativamente los niveles de consumo. Esto es así porque en primer lugar un sujeto que concurre bajo los efectos del consumo, no esta en condiciones de realizar un abordaje elaborativo de su problemática. Y además por desaparecer los efectos tóxicos de la ingesta, pueden emerger en plenitud el efecto conflictual que ha sido causa de esta patología.

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La abstinencia o la reducción significativa de la ingesta es entonces el primer paso en el proceso de tratamiento clínico del adicto y va a signar toda una fase del mismo.

La segunda fase se inicia cuando el sujeto comienza a indagar a cerca de la conflictiva que dispara sus crisis de ansiedad y angustia. Pero a la vez esta interpelación inaugura un movimiento reflexivo que permite al sujeto tomar contacto con aspectos de su historial vital que han quedado escindidos, reprimidos y por tanto imposibilitados de ser integrados a su personalidad. Se recorre pues un periodo de reelaboración y reestructuración de sus estructuras vinculares internas, y de reformulación de su modalidad para poder así establecer lazos, tramas y nuevas relaciones externas.

Los diferentes tipos de abordajes terapéuticos (individual, familiar y grupal) se conjugan en este objetivo, al poner en juego la revisión de sus relaciones con las figuras parentales más significativas.

Se opera un reaprendizaje en los estilos de enfrentar y afrontar conflictos, fortaleciendo instancias internas que le posibiliten un tratamiento mas equilibrado de la frustración y de las esperas. Esto además supone otra actitud hacia el disenso, las diferencias y sus relaciones con la “otredad”.

Por otra parte el funcionamiento de los Talleres (para los pacientes de Nivel II y Centro de Día), han sido concebidos para sostener todo este proceso y profundizar particularmente algunas problemáticas que son esenciales en el adicto.

El Taller de Lectura y Escritura, critica de la realidad sociocultural, busca ubicar al sujeto en los parámetros sustanciales de su tiempo, incentivando una relación protagónica y mutuamente transformante con su medio. En esa misma dirección, pero con otros materiales apunta el Taller de Periodismo, incorporando además la temática de los procesos comunicacionales, de los discursos orales y de la textualidad. Por supuesto que en esta dirección los pacientes van por su parte desarrollando instrumentos conceptuales para dotar de sentido a su historia y a su vida actual (ver Vigostky).

Como bien conocemos el problema del cuerpo, es en el adicto un territorio donde se anudan diferentes niveles de conflicto. Atravesado por una fantasmática que implica negación, humillación e injuria, existe por su parte un tratamiento adecuado. Por eso la vigencia de los Talleres de Expresión Corporal, Actividad Física y Deportes, Teatro y Psicodrama; cada uno desde su especificidad, confluyen en las operaciones de reencuentro, reapropiación y elaboración de las estructuras y lenguajes corporales, obturadas en estos sujetos.

Por último el Talles de Musicoterapia, aspira a dotar al paciente de un espectro más amplio de competencias y lenguajes que le faciliten nuevas y más eficaces formas de expresión y comunicación.

En esta visión integral e integradora se conjugan también los procesos de reinserción social productiva y familiar, aunque es en la tercer y última fase del tratamiento donde se centra esta cuestión.

En estos casos (Centro de Día) el problema a enfocar es el reintegro del paciente al circuito productivo, ya sea este el laboral o el continuar con sus estudios. Esta situación implica una exigencia severa para el sujeto, por las disponibilidades que debe poner en juego y que han estado lesionadas por el consumo.

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